Hoy es la primera vez que escribo sabiendo que otras personas leerán lo que escriba; bueno, pensar en que lo lean tal vez es algo egocéntrico de mi parte; sin embargo, eso creo. También creo que los libros nos eligen a uno, sí, los buscamos, pero siempre los buscamos por alguna razón específica, una razón que todavía no sabemos en la mayoría de los casos, y que estamos a punto de descubrirla. Este año que terminó, 2021, ha sido uno de esos años de gran análisis interior, de grandes cuestionamientos y de demasiada hiperreflexión. Sí, demasiada. ¿Por dónde comenzar?
Mi primera lectura del 2021 fue Tarantela de Abril Cabrera Castillo. ¡Pff! Este libro fue todo y nada para mí. Siempre he creído que el amor de tu vida, como lo describen comúnmente, no existe. Posiblemente soy escéptica en términos del amor, lo sé, pero hay un amor en el que pongo mi corazón y mi alma completa, el único amor que me salva y me lleva a comprender lo que el A-M-O-R es. Ese amor es mi hermano. Y este libro, expresó lo que yo he sentido desde el día en que el amor de mi vida nació. ¡Léanlo!
A principio de año, mis lecturas rondaron los temas familiares, ¿coincidencia? O tal vez me estaban preparando para lo que vendría… The kingdom of back de Marie Lu me hizo verme, no solamente en la hermana mayor de un hermano que te admira profundamente y ama de la misma manera que tú a él, creando así un lazo que solo ustedes comparten y que te hace fuerte, que te da el valor y la seguridad de luchar contra el mundo si es necesario. Sino también, en aquella niña, aquella personita que un día se convertirá en una extraordinaria mujer y que, junto a otras extraordinarias mujeres, abrirá los ojos, la mente y el alma para vencer a ese monstruo encerrado en esa torre llamado patriarcado.
La familia es el pilar de la sociedad. Lo escuchamos y lo repetimos, generación tras generación, pero… is that so? En mi experiencia, la familia sanguínea no es siempre la más sana, incluso, puede llegar a ser la más tóxica de las relaciones personales. ¿Se han fijado que hay familias en las que pareciera que la vida se repite como en un loop? Incluso la nuestra, a veces. Este pensamiento fue para mí el inicio de muchas más lecturas, muchas más historias donde era necesario romper con tanto veneno, con tantos rencores y maldiciones familiares. Tarantela habla de ello. Sofía de los presagios (Gioconda Belli), quien no conoce de dónde viene, su origen. The push (Ashley Audrain) quien tiene miedo de cometer los mismos errores que sus ancestras han cometido por generaciones. Verse a sí misma en su madre, la madre de su madre, y la madre de la madre de su madre, hasta llegar incluso a convertirse en lo que más teme: su madre.
¿Y los hombres? ¡Los hombres! Qué gran descubrimiento fue para mí El libro vacío de Josefina Vicens. Qué manera de narrar, qué manera de meterse en la mente de aquel hombre. Un hombre frustrado, un hombre herido, un hombre que hirió, que violentó y fue violentado. Un hombre a quien el machismo en el que vivimos hizo quien es hoy, un hombre incapaz de ser feliz ni traer felicidad a los demás. Sí, un hombre cualquiera, pero no cualquier hombre.
En este viaje de lecturas personales me encontré a mí misma, pero no a toda 'yo', solo a una parte perdida entre el presente y las expectativas. No es solamente metafórico, me encontré a mí en la literatura, en una historia que bien pudo haber sido mi propia historia. Nunca me había pasado, no es como que vaya por los libros encontrando mis ‘yo’ perdidas, pedazos de mí, sí, como todas, pero no una 'YO'. Una Lavinia. Una Itzá. Una mujer habitada por tantas. Gracias Gioconda Belli, por escribir La mujer habitada, por incluir a una mujer como yo en esta obra. Una mujer que decidió ver las injusticias del sistema, la falta de equidad en el mundo, y actuar en consecuencia. Intentarlo día a día.
También encontré a las mujeres de mi vida. ¡Qué hermoso! Aprendí a reconocerme en mis ancestras, MIS mujeres. Abracé la fortuna de ser parte de una línea de mujeres fuertes e independientes, sensibles y empáticas, imperfectas y perfectas. Las conocí de nuevo, las encontré entre las páginas de Kim Jiyoung, nacida en 1982 de Cho Nam-Jo, en The member of the wedding de Carson McCullers, y en Sentido y Sensibilidad de Jane Austen, las leí/oí entre sus personalidades inocentes, inseguras y soñadoras. Me recordaron que sin ellas, sin otras mujeres, esta vida no valdría la pena. Me reencontré de nuevo a mí misma a través de ellas: en Surfacing (Margaret Atwood), donde una necesita enfrentarse a su pasado feroz y atroz para entenderse; en Nada (Carmen Laforet) donde la amistad entre mujeres salva, en Una habitación propia (Virginia Woolf) donde afirmé que ser una mujer independiente y egoísta es necesario en esta sociedad ideada por los hombres, en Persépolis (Marjane Satrapi) donde visualicé la importancia de tener a quién recurrir cuando una necesite descansar y quitarse la armadura por un rato y, en Siete casas vacías (Samanta Schweblin) y La mujer rota (Simone de Beauvoir) donde comprendí la belleza y la dureza de la vejez.
Y por lo tanto, todas ellas me llevaron a cuestionarme la maternidad. Mi posible y desconocida maternidad. Conocí diversas maternidades, diversas maneras de ver a la maternidad a través de La hija única de Guadalupe Nettel. Conocí lo que es desear a una hija o un hijo y no poder tenerlo con Anna Starobinets en sus memorias Tienes que mirar. Ella además, me enseñó a valorar el lugar donde estoy. Conocí, por otro lado, lo que sería ser madre, pero tal vez no desearlo en Los abismos (Pilar Quintana). Lo que sería reconocer que tu madre es tan increíble que de no haberte tenido, habría podido cambiar el mundo y que, al tenerte, su mundo y su mente se arruinó.
Comprendí las diversas y opuestas formas de interpretar el Instinto maternal, y la importancia de que nuestra voz se escuche y se crea. A través de Beloved (Toni Morrison) empaticé con madres que hicieron lo impensable con tal de que sus hijas no tuvieran que pasar por los horrores que ellas pasaron y cuyos actos las atormentaron por años. Y digo conocí, aunque en realidad quisiera decir que ‘eché un vistazo’ porque para conocer algo no son suficientes 500 páginas, ni 500 mil, pero es un comienzo. Y hablando de comienzos, Querida Ijeawele (Chimamanda N. Adichie) también lo es.
Feminismo fue un tema fundamental en mis lecturas este 2021. Ya he tomado la decisión de darle prioridad a mujeres escritoras para elegir mis lecturas, esta ha sido una decisión que me acompaña desde hace unos años. Ahora, me tocaba educarme. Sí, educarme en el feminismo. Y ya les digo, no es un camino fácil, pero aquí estoy. Pienso que tengo la obligación de conocer y educarme en este tema. No solamente por llamarme feminista o no, sino por el simple hecho de que soy una mujer privilegiada con acceso a la educación y las necesidades básicas cubiertas. Así que en este camino, comencé mi travesía feminista en tribu, acompañada de mujeres leyendo Feminismo para principiantes de Nuria Varela. Un libro de cabecera para todas, al cuál seguramente regresaré y regresaré por varios años más.
Violencia fue un tema recurrente en mis lecturas, ¿será debido al mundo en el que vivimos? Entre ellas Paradais (Fernanda Melchor), una historia cruel, asquerosa y muy, muy violenta. Entonces, ¿por qué la leo? Porque señoras y señores, así es lamentablemente la vida para muchas mujeres, más de lo que nos imaginamos. El invencible verano de Liliana (Cristina Rivera Garza) fue una de las historias que más me movieron, que más me enojaron, que más me entristecieron, y que me recalcaron la idea de que nos necesitamos juntas, nos necesitamos vivas. Desde donde estoy, desde mi trinchera, abrazo y amo a todas las Lilianas del mundo, y sueño, espero, que un día ya no nos maten; que nacer con vagina no sea una causa de vida o muerte. Nunca más.
En esta travesía también tuve momentos bonitos, momentos de amistad. Comencé la serie Dos Amigas de Elena Ferrante de la mano de mis queridas amigas. Elena Ferrante fue de mis más placenteros descubrimientos de este año, y me alegro de haberla encontrado. Con esta serie me permito regresar a mi infancia, a mi adolescencia y a mis temores juveniles. A esos amores incomprendidos, a esos problemas sin soluciones, pero sobre todo, a esas amigas con las que crecemos y con quienes la amistad se vuelve, en ocasiones, una carga. Me enojé, lloré, me emocioné, y volví a soñar al lado de Lina y Lenu. Concluí que todas tenemos un poquito de cada una de ellas en nosotras mismas, y que todas somos perfectas con nuestras imperfecciones. Nadie debería creer menos.
Y fue gracias a esas amigas que me encontré leyendo Milk & Honey de Rupi Kaur. Nunca había leído poesía antes, o al menos, nunca había concluido un libro de poesía, ¿o poemas? Kaur me hizo replantearme este género, le dio una vuelta de 180º a la idea que tenía sobre poesía y me llevó incluso a la descabellada idea de que yo también podría llegar hacerlo algún día. Probablemente en otra vida. Estas páginas, junto a sus hermosos dibujos, fueron un bálsamo para mi alma, para mi corazón y para mi mente. Fueron un abrazo cálido y fuerte a mi ‘yo enamorada’, a mi ‘yo con corazón roto’, a mi ‘yo perdida y solitaria’. Fueron una luz de esperanza al final del camino, al final de este turbulento año 2021.
Otro de mis grandes descubrimientos de este año fue La mucama de Omicunlé de Rita Indiana. Una novela que mezcla varios de mis puntos favoritos en una historia: crítica social y ecológica, ciencia ficción, magia, personajes fuera de la norma, distopía y una buena trama. Todo esto en poco menos de 200 páginas. Insólitas (varias autoras), pese a ser una lectura esperada, me llevó a conocer nuevas autoras, nuevos géneros y sorprendentes pláticas entre lectoras. Es sin duda alguna un libro que reivindica a las escritoras latinoamericanas de lo fantástico, y su prólogo es simplemente una carta de amor a aquellas mujeres increíbles y muchas veces olvidadas, ¿o invisibilizadas?
Sacrificios humanos me dejó pensativa por días, como era de esperarse. Quienes son arduas seguidoras del trabajo de María Fernanda Ampuero, como yo, sabrán a lo que me refiero. Y quienes no, ¿qué esperan? Es imposible no preguntarse, ¿cómo le hace Ampuero para escribir así? ¿de dónde se le ocurren tremendas ideas? ¡Bestial! Así que, cerrar el año leyendo a otra de mis favoritas, Mónica Ojeda con su libro Las voladoras, fue simplemente la mejor decisión lectora del año. Fue para mí un reconocimiento a aquellas mujeres que han dejado su esencia en nuestras vidas, en mi vida, a nuestras antepasadas, a nuestras mujeres, a nuestras brujas, y por qué no, a nuestra sangre… La derramada en los campos, la derramada en los hospitales, la que corre por mis venas y la que sale de mi vientre cada mes, esa sangre, tan odiada y amada por los siglos de los siglos…