El feminismo intimida, porque incomoda.
El feminismo asusta, porque viene a abrir los ojos de tu realidad que viviste y vives por ser mujer.
El feminismo no es bienvenido porque cuestiona y rompe con el silencio generacional.
El feminismo te atraviesa de la vulva a la cabeza y de regreso.
Te rompe los estereotipos que has creado de ti misma para agradar y te hace reconocerte en la Ley del Agrado.
El feminismo mata tu incredulidad e ingenuidad. Y entonces te enojas y entristeces, creyendo que vivirás así a partir de ahora.
Hasta que te abrazas en la ternura radical de llorar de coraje e indignación, en tribu, con más mujeres que también se les hace un nudo en la garganta al hablar de lo que nunca habían hablado.
Es ahí donde entiendes que no hay retorno...
Gracias feminismo por darnos puntos de encuentro con mujeres que ya nos hartamos del silencio, la culpa, la ingenuidad y los mandatos de alteridad.
Juntas sanamos. A pesar de diario recibir golpes patriarcales, nos recordamos quienes somos, nos escuchamos, nos abrazamos el alma y hablamos de aquellos dolores. Y sonreímos con la esperanza de encontrarnos con nuevas hermanas en la manada, a quienes escuchar y aullar juntas, desde el alma.
Hay una mujer salvaje que habita en nosotras, escúchala porque viene a cambiar tu vida, a favor de ti misma.