Tenía 9 años la primera vez que me tocaron sexualmente sin mi permiso, o al menos eso recuerdo. Juagaba a las escondidas con mis primos y otros conocidos, ¿o era el toca-toca? ¡Bah! Hasta el nombre del juego me parece hoy perverso... Recuerdo estar en uno de los cuartos de la casa donde jugábamos, había logrado escapar de casi todos y salir librada (o eso pensaba), pero uno de los conocidos me encontró y logró acorralarme. Él se situó entre la puerta y yo, había unas bancas entre nosotros, por lo que no era tan fácil atraparme. Tendría que rodearlas para llegar amí, pero yo era rápida y podía escapar por el lado que quedaba libre antes de que él llegara a mi. No lo logré. Él, varios años mayor que yo, fue más rápido y me interseptó en mi escapada. Recuerdo que en ese momento me tocó, no en el hombro o la espalda como era esperado en el juego cuando alcanzabas a la otra persona y ahora ésta se volvía quien perseguía, me tocó entre las piernas. Me tocó la vulva. Un toque simple y rápido. ¡Vaya! Como si aquello existiera... simple... rápido... cuando se trata de tu cuerpo. Pero ¿entienden a lo que me refiero? Me tocó como si tocara un comal caliente. No dejó su mano, no me agarró. Como si aquel toque fuese algo inocente, como si fuese parte del juego.
Yo recuerdo, y aquí debo dejar claro que no se ya que tanto de lo que sucedió después lo he reinventado, asumido o sucedido al pie de la letra, pero yo recuerdo preguntarle por qué me tocaba ahí. Puede ser que sí lo haya preguntado, solía ser una niña segura y me sentía en ambiente seguro , cerca de mis adultos de confianza, tal vez no me sentí en peligro... Pero también sabía que lo que acababa de ocurrir no estaba correcto y sobre todo, que no me gustaba. Puede ser que él haya respondido que no había hecho nada, que sólo me había tocado porque era parte del juego. De ahí no estoy segura cómo sucedieron las cosas. Puede que no haya dicho nada más y fingido seguir con el juego para salirme de ese cuarto alejado y volver a la seguridad de la casa habitada. Puede que haya buscado salir del peligro. Bueno, entonces tal vez sí presentía un peligro. No recuerdo seguir jugando sino ir inmediatamente, callada, sin hacer alboroto, en búsqueda de mi mamá. Le encontré, la saqué de la reunión de adultos en la que se encontraba y le conté lo ocurrido. Todo lo que siguió es, gracias a ella, historia. Me debió decir que hice bien en contarle y preguntarme cómo me encontraba, si algo más había ocurrido, y una vez segura de mi bienestar (más allá del efecto psicológico que algo así puede tener en una niña de mi edad), hizo lo que mi madre es excelente haciendo: CUIDARME.
Mi madre es una mujer fuerte, decidida y llena de valor, me cuidó, me defnedió, y nunca más volví a ver aquella persona en mi ambiente ni en mi vida. O si lo vi, ni lo recuerdo. Fui afortunada de que él no me hiciera más, de sentirme segura y en confianza de contarle a mi madre, de tener la madre que tengo y de que las curcusntancias permitieran que yo no volviera a toparme con esa persona, de que aquel evento paro a la historia. Pero no todas ni todos tienen la misma suerte.
No soy la única persona que ha sido tocada indebidamente durante la niñez, lamentablemente. De mis amigas y conocidas, todas hemos sufrido abuso de alguna u otra manera a lo largo de nuestras vidas. Sí, todas. El mundo apensta, no, la sociedad apesta. Desde tocarnos sin consentimiento en la adultez hasta violarnos por horas en un país extraño sin esperanza alguna más que pensar "que esto ya acabé por favor" mientras miramos los minutos pasar en el reloj de la mesita de noche de aquel cuarto.
Todo tipo de violencia psicológica, física y sexual, es indignante. Me parece particularmente asqueroso la violencia hacia la niñez. Abusar así de un ser humano tan indefenso, tan ignorante de lo que sucede, es aberrante. Posiblemente arruinar la infancia y causar secuelas, traumas, que no puedo ni imaginar, me parece de lo más cobarde que existe en este mundo. Estoy llena de rabia, pero sé que no soy nadie para hablar de esto, que lo que me hicieron a mí no es la mínima parte de lo que muchas niñas y niños han vivido y viven aún hoy en día. Así que no seguiré, termino aquí.
Lo siento.
Ojalá hubiese podido eviarlo.
Lecturas (advertencia: violencia)
Nefando - Mónica Ojeda
Tranquilas, Historias para ir solas por la noche. - Varias autoras. Ed. María Folguera & Carmen G. de la Cueva. Ilustrado por Sara Herranz.
El monstruo pentápodo - Liliana Blum