Ha pasado ya un año desde que comencé a acercarme de forma intencionada y consciente a leer a mujeres, donde he encontrado un mundo paralelo al cual habito cotidianamente. Un espejo que me transporta a reconocerme en letras de mujeres fuera de mi época, tiempo y región, sin embargo las palabras de algunas de ellas se han impregnado en mi esencia infinitamente. Aquellas mujeres solitarias o reflexivas, aquellas madres incomprendidas, aquellas mujeres radicales, y aquellas que rompen silencios ancestrales a través de sus historias. Puedo verlas a todas escribiendo sus libros en el limbo en el que me encuentro actualmente escribiendo este texto, donde los mundos paralelos se encuentran por instantes infinitos, donde me veo en ellas, esperando que mis letras resuenen más allá de este momento en que las escribo.
Considero que las mujeres tenemos tantos secretos ancestrales guardados, que en sí todas somos escritoras. Sólo es cuestión de encontrarnos en el abismo catártico de la explosión expresiva, ahí, donde habita nuestra mujer salvaje. Y podemos encontrarnos con nuestra manada a través de la lectura de aquellas mujeres que empezaron a escribirse en sus novelas, a hablar de lo que callamos y a sentir lo que reprimimos.
En este año que ha pasado mi camino a la lectura de mujeres inicia - y continúa - acompañada. Y qué mejor manera de vivir experiencias así que en tribu. Acompañada del club de lectura de Lectoras de ojos grandes, donde atravesé reinos hasta encontrarme en El reino del revés de Marie Lu. Comienzo por la infancia, reconociendo a Nannerl en su necesidad de ser vista y su amor fraternal. En aquella niña prodigiosa y aquella mujer silenciada. Rabia. Y ese tan sólo era el comienzo.
Continúo mi camino, que inicia a pintarse de un color particular: violeta. Entonces reconozco y aprendo a través de la lectura de Nuria Varela en Feminismo para principiantes. Qué deleite histórico de aquello que en mi educación inicial nunca me enseñaron, y tan necesario, sobre la historia de la lucha feminista que parte de la historia de las mujeres. Una historia que importa…
Y así continúo con mis lecturas, donde logro encontrar un lugar donde descansar, Una habitación propia de Virginia Woolf. Aquella genia incomprendida de su época. Al leerla me hubiese gustado compartir un par de horas con ella en un espacio propio para reflexionar juntas. Qué maravilla y deleite leerla. Gracias por evidenciar lo obvio: que las mujeres necesitamos ocupar nuestros propios espacios para existir y expresarnos.
Aquel descanso era necesario, ideal para entonces leer a Virgine Despentes y su Teoría King Kong. Qué potencia en la pluma de aquella mujer, quien me ha confrontado a mí misma en mis ideas respectos a la prostitución y la cosificación de la mujer en el mundo patriarcal. Qué fuerza resiliente emana en aquel manifiesto, tan lleno de vulnerabilidad y coraje.
Y así como Despentes, conozco a otra gran mujer llamada Doris Lessing en Las cárceles elegidas, quien me invita a reflexionar ¿por qué no es que aprendemos de nuestros errores históricos como sociedad? La barbarie que no está en equivocarse, sino en cometer el mismo error a través de los años y las épocas.
Ante la reflexión confrontativa que me atraviesa entonces, acudo a Brené Brown en su lectura The gifts of imperfection. Aquella mujer quien habla desde la cotidianidad y cómo el ser valientes siendo vulnerables, atreviéndose a no ser perfectas e incluso a reírnos de ello a través del juego. A recordar el disfrutar y re-encontranos con el placer de vivir cada día, así de imperfecto. Y así de imperfectas en nuestro hacer, pensar, sentir y ser.
Así, aceptándome en mi vulnerabilidad, es entonces que me encuentro en el mundo de Rupi Kaur y su libro Todo lo que necesito existe ya en mí. ¡Diosa mía! El éxtasis de la magia del ser mujer a través de las sombras, el miedo, el amor y el apapacho. Aquella poesía que imploraba fuese infinita. Palabras balsámicas que llevo conmigo de ahora en adelante, en aquel “bolso de primeros auxilios emocionales”.
Y vaya que lo iba necesitar… porque entonces conocí la historia de Liliana en palabras de su hermana Cristina Rivera Garza. El invencible verano de Liliana me desgarró por dentro, donde recuerdo llorar al leerlo y terminarlo aturdida ante tanta rabia y tristeza que no me quedó más remedio que llorar en posición fetal, admirando la valentía de aquellas hermanas y agradeciendo el haber compartido su historia.
Y aún así, este camino que me lleva sabiamente a curar las heridas, continúo con bell hooks en All about love. Recordando qué es el amor y lo que importa en ello. De qué formas soy capaz de amar y despidiéndome de la romantización del mismo. Reconociéndome como una mujer capaz de dar y recibir amor desde diferentes perspectivas, más allá de lo estandarizado.
Con ese amor aprendido es que me dirigí al camino de La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero, donde crea esta conexión con Marie Curie y ella a través del duelo del amor perdido, encontrándose en el abismo ambiguo de la soledad que atraviesa a una mujer, a pesar de saberse competente y capaz de vivir por y para sí misma. Como un dolor tan profundo mata de a poco, a pesar de ya sentirse muerta entonces. Muere quien fue ella con él, para renacer en ser ella.
Es así como Todas hemos perdido algo, como bien lo narra Liliana Blum en sus historias de este maravilloso libro, que recuerdo lo que he perdido y al mismo tiempo encontré a una de mis autoras favoritas contemporáneas. Incluso tuve oportunidad de charlar con ella de sus obras; lo que se convirtió en un momento que permanecerá en el infinito de mi memoria. Una autora transparente, con unas letras crudas y tan reales como los pelos de nuestras axilas o el aliento al despertar. Así de magníficamente glorioso, donde se pierden los mandatos sociales y entonces podemos visualizarnos humanas, imperfectas y oscuras. Es la sombra que da aquel soplo de vida, ante la utópicamente luminosidad constante que aspiramos ser.
Tan oscuro como el pantano de El monstruo pentápodo, también de Liliana Blum, y que a mi parecer es, hasta ahora, su obra maestra. Leer una historia que fácilmente puede ser real y atemorizar a cualquiera; donde descubres que lo más aterrador va más allá de lo entendible, causando incomodidad y curiosidad leerla, queriendo esconder de vergüenza lo leído ante el atrevimiento que es hablar de la pedofilia sin victimizar o romantizarla. Ha logrado escribirlo con las entrañas. No es un libro mental ni pasional. Es un libro que se lee con constantes gestos de disgusto y al mismo tiempo ansiedad. Desde el primer párrafo te enteras de qué va y decides si continúas o no. A mí me enamoró que en ese primer párrafo lograra causar tanto en mí y fue ahí cuando supe que quería leerla toda; todos sus libros lentamente, para así lograr detener el tiempo y quedarme ahí, entre sus letras, entre sus historias, entre líneas… leyéndola.
Pensaba que sería difícil volver a conectar así con una autora, así que no esperaba mucho de mi siguiente lectura. Entonces entré en un conflicto, porque podría decir que La hija única de Guadalupe Nettel ha sido mi libro favorito del 2021. Lo siento, Blum, aún así te seguiré en cada letra… Un libro donde se logran unir universos paralelos en una Universa de mujeres de diferentes épocas y vidas, para acompañarse. Sublime la manera en que Nettel logra recordarnos que, seamos madres o no, queramos serlo o no, somos mujeres y estamos unas para las otras, para cuidarnos entre nosotras. Gracias, necesitamos recordarlo.
Pensar en cómo sería vivir mujer en 1792 me resulta difícil, me pregunto cómo habrá sido para Mary Wollstonecraft. Confieso que admiro el manifiesto que ha compartido con nosotras en Vindicación de los derechos de la mujer, declarando la obviedad de lo que exigimos las mujeres, tristemente, desde antes de aquella fecha. Nuestro derecho a existir y ser como mujeres, y no pretender ser quienes no queremos ser.
El simple hecho, por ejemplo, de exigir no más violencia en nuestras vidas. Algo tan obvio de rechazar y aún así tan complicado de alejar de nuestras vidas como mujeres. Y es que, a pesar de que estemos convencidas que al verlo en nuestras madres no lo queremos para nosotras, solemos encontrarnos con ella. It ends with us de Colleen Hoover narra cómo sucede así, cómo es que patrones familiares se repiten aun cuando la intención sea vivir en dirección contraria. Lo que significa reconocerte como mujer inteligente, amorosa y fuerte, y aun aceptar en tu vida, en algún momento, violencia. ¿Y entonces qué? ¿Qué se hace con eso? ¿Qué se hace al fallarse a sí misma en lo que te has prometido nunca, pero nunca, permitir en tu vida? ¿Cómo te perdonas?... Y entonces entiendes a mamá, y a papá. Y perdonas a quien jamás creerías ser capaz de perdonar… Entendiendo que perdón no es olvidar, ni aceptar, ni permanecer.
A Solas de Silvia Congost, quien me recuerda lo necesario que resulta aprender a estarlo; pero más allá de eso, a disfrutarlo. Considero que es necesario, como mujeres, sabernos y sentirnos solas en algún momento de nuestras vidas, para reconocer que nadie, absolutamente nadie, vendrá a salvarnos. Eres tú quien se salva, de ti misma y de lo que te atraviesa; el trauma, de la sociedad y de los mandatos patriarcales.
Si tan sólo hubiese sabido esto antes. Si tan sólo mi madre o mi abuela me hubiese compartido su vulnerable sabiduría. Si tan sólo hubiese recibido aquella carta de Querida Ijeawele, de Chimamanda Ngozi, en mi infancia. Una educación en el feminismo, ¿cómo enseñarles a nuestras niñas lo que viene? Lo que se espera de ellas y que sean lo suficientemente fuertes para rechazarlo. Que tengan el coraje de ser y dejar de perder el tiempo en imaginar quiénes deberían ser. Un mensaje necesario para todas las niñas, las que aún viven su infancia, y quienes viven dentro de las mujeres adultas que salen al mundo patriarcal a rehacer sus vidas después de darse cuenta de las cárceles en las que se han sometido.
Aquellas mujeres a las que les han quitado todo menos la resiliencia. Al pensar en Nadia Murad y su obra, Yo seré la última, me parece evidente la resiliencia tan poderosa que existe en mujeres quienes tal vez, no se creían capaces o ni siquiera pidieron conocer hasta dónde serían capaces de sobrellevar el dolor. El dolor de que te lo quiten todo por el lugar, el momento, la religión y el género en que has nacido. Terrible. Abominable. Y silenciado. Tanto dolor guardado en la tierra hecha composta.
Más duelos. ¿Cuándo termina el camino de dolor? Apenas comienza, pues a pesar de las pérdidas que he tenido en mi vida, aún tengo el privilegio de tener vivos a mi madre y mi padre. Y me resulta evidente que dentro de los grandes duelos que viviré en esta vida, será despedirme de ella y de él. Pensarlo me aterra. ¿Qué hace una con ese duelo? Chimamanda Ngozi me reafirma lo inimaginable que resulta tal duelo en su libro Sobre el duelo. Un escrito hecho con la sangre fresca del desgarro que ha sufrido su corazón ante la repentina pérdida de su padre. La sublimación del dolor, hecho un texto inefable.
Termina mi año 2021 con Milk and honey - para el alma - de Rupi Kaur. Necesitaba más bálsamo poético. Más palabras germinadas de la composta del dolor y convertidas en flores, hechas poemas…
Y con flores me despido de ti, quien me lees, por ahora. Esperando que siembre en ti, germine, o incluso riegue aquella semilla de lo maravilloso que resulta en la vida de una mujer el leer mujeres. Hazte un favor (o varios) al año y lee mujeres. Ve tu reflejo en ellas, llora con ellas, grita de rabia, ríe y ama con ellas.Y así, vive más de una vida en esta misma en la que te encuentras; donde algún día seas tú quien le escriba a más mujeres, compartiendo la sabiduría que ya existe en ti, para resonar juntas.
Amora y voz para ti, hermaga, siempre.